Una duda que con frecuencia surge entre quienes intervienen directamente en los procesos de comunicación interna de una empresa, es en qué área debe ubicarse: ¿Recursos Humanos?, ¿Desarrollo Organizacional?, ¿Relaciones Públicas?
La respuesta sin duda será dada de acuerdo a la perspectiva particular que se tenga en cada organización sobre lo que consideran que la comunicación debe proveer a su cultura, a sus procesos diversos y sobre todo a su capital humano. Y este es precisamente el punto medular de esta breve reflexión: ¿la comunicación interna en una organización debe regularse únicamente en su expresión cotidiana de las relaciones humanas de quienes colaboran en la organización, así como en la adecuada aplicación de los procesos? Es evidente que lo anterior de por sí nos habla de una labor casi extenuante para el comunicólogo organizacional, sin embargo, su influencia sobre el resto de la empresa puede y debe ir más allá.
Si permitimos, nos conformamos (o lo que es peor) nos acostumbramos, a que los procesos comunicativos dentro de nuestra organización se conviertan en administradores de medios únicamente informativos de las múltiples actividades de cada área, cada centro de trabajo y cada división de la empresa, estaremos desaprovechando el potencial enorme que la comunicación puede aportar a la productividad, es decir: a los objetivos estratégicos de negocio.
Y ¿cómo es esto? Efectivamente quienes integran el capital humano de una organización, no se comunican únicamente para mejorar el clima laboral, o para enriquecer las competencias laborales que cada individuo posee; nos comunicamos (o al menos así debiera ser), para mejorar los procesos productivos, para asegurar el buen entendimiento en pro de los objetivos estratégicos, de rentabilidad, de negocio. Cuando la visión del área de comunicación es limitada y así la percibe el grupo directivo y gerencial, será no sólo difícil trascender en la aportación real y trascendente que la comunicación puede hacer a la parte estratégica de la empresa, sino que estaremos cómodamente instalados en una mediocre posición de “informadores”.
Comunicación Organizacional debe ser un área estratégica que se convierta en el brazo derecho de la Alta Dirección, que ayude a conseguir los niveles de productividad planteados para la organización, a través del manejo adecuado de los medios y herramientas de comunicación que cada institución posee o pueda desarrollar. Esto puede lograrse a través del intercambio adecuado de la información que el capital humano, en cada uno de sus niveles jerárquicos necesite, para obtener de ellos el compromiso que conlleve a la obtención de los resultados esperados por cada uno de ellos.
Es una realidad que la ignorancia no permite a los colaboradores conocer el sitio donde se ubica la organización dentro de los mercados en que participa, qué se espera de ellos, cuáles son las áreas de oportunidad, cuáles son las tendencias mundiales. En general, hay desconfianza por parte de la Dirección General de fomentar el libre flujo de información que consideran innecesario compartir con el resto de la organización, sin embargo, esta postura no permite que cada empleado se sienta genuinamente comprometido con una organización que de cierta manera también es suya. Ya pasaron muchos años de cuando la comunicación era vista como un área reguladora de mensajes y medios pues ahora se ubica como un área francamente estratégica para la empresa.
La información genera compromiso, y en la medida que la Dirección General, apoyada por Comunicación Organizacional promueva un trato “entre adultos” haciendo partícipes a sus empleados de los objetivos estratégicos del negocio, se estará generando el compromiso necesario de cada uno de quienes integran la organización, por alcanzar los niveles de rentabilidad esperados.
ACERCA
DEL AUTOR
Mónica Huacuja Leyzaola
Es Miembro del Faculty de American Management Association
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Comunicación Organizacional
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